Niños Santos
San José del Pacífico / 2019
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Mi hermano y yo tomamos camino a Oaxaca, a una comunidad que es conocida por cultivar hongos sagrados, por motivo del cumpleaños de mi hermano decidimos probarlos, vivir la experiencia. Ese fin de semana que estuvimos en la montaña hacía mucho frío y llovía ligera y constantemente. El ánimo no era lo mejor, discutimos por tonterías y estábamos a unas cuantas palabras de regresarnos a la ciudad. Pero el día marcho y almorzamos unas buenas enchiladas con tasajo y un café de olla con mezcal. Todo después de comer cambia, mejora. Una señora que vendía fruta nos contó que todos en el pueblo usaban los hongos desde niños, era parte de sus costumbres. Esa tarde hicimos un ritual para delimitar un círculo de protección y en la noche entre sueños unos seres del bosque visitaron la cabaña, como buen augurio quisimos pensar. El resto de la experiencia resulta casi indescriptible. Entre risa, llanto, música y runas grabadas en el bosque volvimos en el tiempo a cuando teníamos 15 años. Mucho de lo que pasó se ha vuelto difuso, pero recuerdo con claridad cuando tiramos el tarot y preguntamos ¿Qué significa ser hombre? Y el tarot respondió con dos cartas: El Emperador y El Sol.
Estas fotos son testigo de los fantasmas y los guardianes del bosque que deambulaban cerca de nosotros, nos hablaban al oído y soplaron fueguito al corazón. Estoy concencido de que algo de nuestro dolor se quedó ahí, se hizo uno con la tierra húmeda.
