Sin título (nunca más)
"Listen to the breeze, whisper to me, please
Don't send me to the path of nevermore"
(Queen, 1974)
Este relato se prefiguró en dos territorios lejanos: él estaba en el Amazonas y yo en el Chocó. Hubo, durante unos meses, un intercambio de palabras y momentos: ciertos crepúsculos secretos, la belleza del mar durante la lluvia, el canto misterioso de las ballenas, la inmensidad del río y los árboles, el rojo intenso de los amaneceres, el aleteo del colibrí, el color de nuestra piel bajo el Sol. Meses después, en el desasosiego del desamor, sintiendo el peso del vacío en mi pecho, emprendí un viaje a La Guajira. De él no volví a saber nada. Yo, antes de emprender el camino hacia el desierto, en medio de la selva y lejos del hogar, lo recordé durante una noche clara, mientras miraba el cielo desde una roca ese otro universo junto al lecho del río. A mi lado estaba otro uno de tantos, un español de mirada tranquila y rasgos moros. Seguíamos desnudos. Ya el agua se había llevado nuestro sudor y nuestro semen y pensé que quizá debería encontrar un relato que le pusiera palabras a la despedida. El español me habló de los flamencos y de la camaronera y me dijo que fuera allí, que los viera, que los escuchara. Ya en la balsa con el indígena, y con el ardiente Sol a mi espalda, mirando en el horizonte lejano la serranía del Perijá y la Sierra Nevada, intuí entonces que ese relato debía inscribirse en medio de esos dos territorios húmedos de lluvias torrenciales, es decir, pronunciarse desde la lejanía del espacio y del tiempo con sus elementos primarios: la arena negra de la selva chocoana y el cántaro hecho del barro del lecho del río amazónico.
Huevos prehistóricos. Para Sin título (nunca más). Video monocanal. 00:01:06 minutos de duración.
Advertencia. Para Sin título (nunca más). Video monocanal. 00:01:06 minutos de duración.
Instrucciones. Para Sin título (nunca más). Video monocanal. 00:00:50 segundos de duración.
Desembocadura. Para Sin título (nunca más). Video monocanal. 00:02:21 segundos de duración.
Final. Para Sin título (nunca más). Video monocanal. 00:0:24 segundos de duración.
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Él había tomado el camino a la antigua ciudad de Riohacha que lo llevara a los paisajes desérticos de la alta Guajira. La noche anterior, mientras la descomunal fuerza de aquel desconocido andaluz desarmaba su cuerpo, lo trajo de nuevo a él a la memoria. Al finalizar, mientras fumaban y miraban juntos el cielo estrellado, apoyando sus cabezas en las piedras prehistóricas del lecho del río que descendía de la Sierra, el andaluz le dijo que tomara el camino antiguo hacia la parte más septentrional del territorio.

Le dio instrucciones de que llegara hasta el lugar donde se avistan las aves de plumaje delicado con cabeza y torso de mujer, y que hacían perder, en los tiempos del descubrimiento, a los navegantes con el hechizo de sus cantos y de sus tetas descomunales. Allí, supuso el andaluz, él podría encontrar un consuelo, o la muerte. Él aceptó.

El andaluz le había contado, además, que desde los tiempos de Francis Drake el litoral había sido asediado una y otra vez y que las aves mitológicas, que adornaban las playas con su característico color rosado, no habían sido vueltas a ver con la frecuencia de antes, sin embargo, a pesar de los continuos ataques, la antigua ciudad de Riohacha había vuelto a nacer. Después de pasar la noche juntos él emprendió el viaje en la madrugada. El recorrido comenzó desde el Oriente, en la impenetrable Sierra: un paraíso de acantilados inquebrantables y de nieves perpetuas.

El andaluz le indicó que llegara hasta el lugar donde la arena y el mar se mezclan en unas aguas salobres y que allí, con la ayuda de algún nativo, cruzara la laguna en una balsa. Él ignoraba por completo la geografía de la región pero lo esencial, le advirtió el andaluz, era que nunca perdiera la orientación. Durante la primera parte del recorrido, mientras cruzaba un paisaje cubierto de nata vegetal —de humedad y silencio—, se sintió abrumado por sus recuerdos más antiguos y una culpa indescifrable se apoderó de su pecho. El corazón daba tumbos.

Al llegar al mar, habiendo cruzado las dunas ardientes, encontró a un viejo ciego acostado en una hamaca pasando la hora de más calor. Él le contó a dónde quería llegar y, sin decir una sola palabra, el nativo lo dirigió a la única balsa que había encallada en la playa. Los dos se subieron y el viejo comenzó a remar. Después de horas navegando a través de la laguna él las vio volar en la lejanía. Cuando se acercaron lo suficiente ellas los miraron fijamente. El encuentro duró tan solo un momento. Cuando vio a los seres mitológicos cayó presa de su encanto.

Ellas cantaron y a él, en una visión clarividente, se le reveló que ellos estuvieron siempre ligados por un vínculo más sólido que el amor: el miedo irracional que le tuvieron siempre a sus propios y atormentados corazones; y recordó, en su agonía, aquella frase fulminante con la cual él le había dicho adiós: “intenté enamorarme de usted pero no fui capaz”. Y nunca más se volvieron a ver.
Sin título (nunca más). Video monocanal. 00:02:07 minutos de duración.
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