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Hoy he visto mi primera corrida de toros

Hoy he visto mi primera corrida de toros

Hace muchísimo que no escribo nada, así que pido disculpas por el carácter amateur de estas líneas, pero siento la necesidad de expresar lo que siento, ya que he quedado mudo, con un nudo en la garganta y una sensación de opresión en el pecho.

Lo reconozco: me han gustado los toreros. Me ha gustado su arrogancia, su arte y sus huevos al pararse frente a un toro que encara con la fuerza de quien lucha, literalmente, por su vida.

Me ha gustado, también, el toreo: los movimientos certeros y valientes y los "oles" de la gente.

No me ha gustado, sin embargo, todo el resto, que constituye, en realidad, la escencia misma del evento que he ido a presenciar.

He visto al toro, herido y confundido, encarar el capote obstinadamente, una y otra vez, hasta quedar exhausto, cegado por las lentejuelas del traje del matador, sordo por los aplausos de la multitud (que come y bebe mientras disfruta del show) y entorpecido por las banderillas que le cuelgan del lomo, ensagrentándole el cuerpo.

El primer toro fue bravo y los toreros eficaces. Un buen espectáculo, a juzgar por los aplausos. La espada final se clavó en la espalda del animal, justo por arriba del cuello, y la víctima calló al suelo pesadamente, con las patas rígidas y los ojos llorosos.

El segundo, no obstante, fue torpemente ejecutado tras una lidia mal hecha, llena de espadazos erróneos. Fueron necesarias varias estocadas para liquidarlo. La gente, enfurecida por la mala calidad del espectáculo, chiflaba al torero y un paisano a mi lado, más por hastío que por compasión, le gritó:

"¡Mátalo ya, que nos aburres!"

"Mátalo ya, que nos aburres". La diversión de este hombre (y de toda la plaza, intuyo) no consiste en matar al toro, sino en prolongar lo más posible ese momento cúlmine. Pero si en la lenta tortura no hay "arte", elegancia de movimientos y valor, entonces que lo maten ya y que traigan otro toro. Que, al final, hemos pagado para divertirnos, ¿o no?

Su muerte fue triste, rodeado por varios matadores, que intentaban ultimarlo ya con evidente exasperación.

Los caballos se lo llevaron arrastrando por la arena bajo una lluvia de abucheos. Su muerte no fue entretenida. Un desperdicio de toro. Un desperdicio de vida.

La tercera víctima me pareció más pequeña que las dos anteriores. La multitud pareció notar lo mismo y lo hizo saber con indignación. El torero, de todos modos, era famoso y la gente esperaba ver una buena faena, después del desastre de la lidia anterior.

Para entonces había parado yo de hacer videos. La primera lidia me pareció cruel, bárbara, pero me esforcé por convencerme de que esto es cultura, en cierta forma. Ya para el segundo toro, me resultaba difícil esconder mi espanto. Cuando llegó el tercero, buscaba ya la salida del lugar.

Me quedé, igual, a ver el tercer asesinato. El remate final fue limpísimo, certero y mortal. El público se levantó en una ovación cuando la espada se hundió hasta la empuñadura en la espalda de la bestia desesperada.

Un chorro constante de sangre espesa brotó inmediatamente de la boca del animal. Aguantó unos segundos de pie. Sus ojos desorbitados miraron por última vez el mundo. Y se desplomó entre aplausos y flashes.

Aproveché la alegría popular para fugarme del lugar. No vi cómo le enganchaban los arneses a los cuernos para arrastrarlo en marcha triunfal, cual vuelta olímpica, por la plaza de Madrid. No tengo idea cuántos toros esperaban, detrás de las tablas, su triste destino hoy.

Quizás, mientras me bebo unas cañas en un bar de las cercanías con las manos temblorosas, la fiesta continúe allá dentro.

No tengo remate para este texto. No se me ocurre una moraleja ni una conclusión ingeniosa. No siento, tampoco, la pulsión de hacerme vegano ni de salir a militar contra "la hispanidad".

Solo me quedo con esta sensación de asco, con los ojos llorosos del último toro clavados en los míos y con el brillo de las lentejuelas del traje del matador, que ya no disimulan, al menos para mí, el olor de la sangre en la arena.
Hoy he visto mi primera corrida de toros
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Hoy he visto mi primera corrida de toros

Una breve (y no muy felíz) descripción de mi primer contacto con una corrida de toros en Las Ventas de Madrid.

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