El Trapiche también es para mujeres

Espacios de empoderamiento para mujeres en el Trapiche de San Antonio.
“Más que un trabajo, un compartir”
       
Allisson Maltez, Ana López y Nilze Lezama
Cuatro de la mañana y para María Morales ha iniciado su día. Desde la comunidad de San Antonio del Monte, en Suchitoto, prepara el café y el desayuno para su esposo, hijo e hija puesto que a las cinco de la mañana tienen una cita en El Trapiche para trabajar en la molienda.

Para María, El Trapiche se ha convertido en su segundo hogar y parte del sustento económico de su familia desde 2015 cuando se dio inicio con el proyecto Iniciativa del Trapiche de las Mujeres de San Antonio, donde se reúnen más de quince mujeres dos veces por semana.

A sus 26 años María siente que ha aprendido más de la cuenta en la Molienda. A parte de practicar la comunicación asertiva y convivir con otras mujeres, el empoderamiento individual y el apoyo social de las familias de San Antonio han agregado un alto valor emocional a su vida.

En El Trapiche ya la está esperando su mamá, Mary Orellana de 55 años, que también forma parte de la Iniciativa y le gusta madrugar para estar pendiente de las necesidades alimenticias de alguna mujer.

“Nos apoyamos entre todas. A veces hacemos el café, el desayuno o el almuerzo en El Trapiche y me gusta irme un poco temprano para limpiar y barrer. Aquí todas hacemos de todo, en lo que se necesite”, explica Mary.

La iniciativa

En San Antonio del Monte las mujeres se han destacado por ser organizadas, creativas y resilientes. Ejemplo de esto es Ana Díaz, fundadora de la Iniciativa, que decidió emprender el negocio en El Trapiche abandonado que estaba en el pueblo y con la participación de 25 mujeres.

“El objetivo siempre ha sido el empoderamiento de la mujer, el trabajo en conjunto y el apoyo comunitario y, practicar y difundir la agroecología. Todas estas temáticas no es muy común y eso hizo que algunas organizaciones a las que les pedimos gestión nos quisieran apoyar”, dice Ana.

Las organizaciones que apoyan a las mujeres de El Trapiche son tres. El proyecto es financiado por La Cooperación Internacional en apoyo con el Comité de Reconstrucción y Desarrollo económico Social de las Comunidades de Suchitoto (CRC) y el grupo de Colectiva Feminista para el desarrollo local, concertación de mujeres de Suchitoto.

Al observar en su entorno comunitario, Ana, sabía que el Trapiche abandonado en un futuro podía generar ingresos económicos a cada mujer que formara parte de la Iniciativa y se volverían más independientes y autorealizadas.

Para María Morales que le gusta estar siempre en El Trapiche y trabajar en el área de producción de la miel y el empaquetado, comenta que la ganancia en la semana en dos días de trabajo por persona es de 16 a 20 dólares si les va bien y, diez dólares por persona cuando no se logró vender todos los productos.

“Tener dinero propio nos ayudó a independizarnos de los esposos, hijos e hijas mayores. No estamos pensando en que si nos van a dar o no nos va a dar, sino que ya tenemos nuestros ingresos y nos crea autonomía”, afirma Ana.
 

Mujeres con más empoderamiento

Algunos hombres de la comunidad, desde la apertura de la Iniciativa hasta la actualidad, realizan comentarios no productivos sobre el trabajo que ejerce la mujer en El Trapiche.

“Al principio los hombres dijeron que nosotros no íbamos a poder y que cuando nos aburriéramos y tiráramos el trabajo, otra persona que concentra monocultivos de caña lo tomaría porque  según se considera que todo el proceso es para hombres”, comentó Ana Díaz. Y es que en San Antonio quienes siembran, cultivan y producen son la mayoría hombres.

Sin embargo, María Morales siente que todas esas expresiones de los hombres les han servido para “agarrar capricho, demostramos que nosotras podemos y que poco a poco vamos a dejar de pedirle ayuda a ellos en las cosas que requieren de fuerza física, por ejemplo encender el motor”.

Hace dos años las mujeres del Trapiche le pagaban a dos hombres para que les colaboraran en meter la caña y sacar el bagazo pero actualmente han desistido de esa práctica porque están conscientes que es cuestión de rutina y ejercicio.


El proceso de trabajo en el trapiche

En El Trapiche todas hacen de todo un poco. Pero para María Morales hay actividades que le gusta más y las disfruta.  “Yo me dedico a sacar la miel. Yo estoy con el perol meneándolo y dándole el punto al producto. También me encanta empaquetar y organizar los envases para luego venderlos”, declara.

Ellas en El Trapiche nunca están solas. Llegan personas de la comunidad a verlas realizar todo el proceso, la alegría se despierta en las sonrisas y la niñez juega con precaución en una zona segura mientras los compradores y compradoras esperan con ansias los atados, la miel y otros.

En el proceso de elaboración del dulce lo primero es sacar el jugo que cae lentamente en el perol hirviendo, después de algunas horas en que algunas mujeres como María Morales, revuelven la sustancia sale el vicio.

“Después llegamos a sacar la miel de mesa, miel de dedo y de último se saca la miel que está lista para volverla atado que es cuando se pasa en unos moldes. Unas mujeres están pendientes del motor, otras de la molida, en el bagazo y en la venta”, expone Ana Díaz.


El futuro de la iniciativa 

María Joachín tiene 63 años y también pertenece a la Iniciativa desde sus inicios. Resume su experiencia basada en el apoyo que su marido le ha brindado en todo momento y la responsabilidad que cada una de las mujeres han integrado en el proyecto.

“Mi marido no me dice nada cuando voy a El Trapiche y eso me da seguridad de seguir ayudando. De aquí a cinco años, si seguimos así como vamos, veo a un grupo de mujeres más organizadas, El Trapiche totalmente remodelado y con una salita de ventas”, dice María.

La visión a futuro de Ana Díaz con el proyecto es comprar terreno, para que entre todas puedan producir su propia caña de forma agroecológica, con una extensión de diversidad de cultivos para aumentar los ingresos económicos y ayudar a más mujeres en la comunidad que quieran sumarse a El Trapiche.

Las mujeres de El Trapiche no solo se dedican a la producción de atado de dulce. Cada una de ellas, ya sea Ana, María y su mamá o, Mary, buscan otros rubros que le generen ganancias económicas.

“También contamos con un banco comunal, banco de ahorro, contamos con un grupo de mujeres que preparamos encurtidos gracias a diferentes instituciones que nos han motivado; por ejemplo, con mi hermana los días sábados hago tamales. Siempre estamos trabajando en algo para salir adelante”, es la respuesta que brinda María Morales.

Una jornada laboral de un día para las mujeres de El Trapiche termina entre las cinco y seis de la tarde, más de ocho horas de trabajo establecido para pagos remunerados. Y ellas lo saben pero sienten que vale la pena empeñar todos sus esfuerzos por el bien de ellas mismas, de ser mujeres con derechos y capacitadas para cualquier trabajo.

María Morales regresa a su casa con su esposo, hijo e hija para realizar la cena. Se nota el cansancio, no se puede exponer mucho al ambiente porque está irritada de percibir el fuego al menear la miel para pasarla a los moldes, pero en su mente y su corazón pesa más la satisfacción de hacer algo por ella misma, de estar en familia y de aportar en su comunidad. Ella es una mujer de El Trapiche, ella es mujer con derechos.
Suchitoto, San Antonio
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