David Amar Martínez's profile

De Marruecos al campanario

 
 
De Marruecos al campanario
 
 
 
 
Kilometro 116 de la carretera de Burgos, salida de Boceguillas. Cogemos una pequeña carretera secundaria en dirección a un pueblo llamado Grajera. A mitad de camino lo vemos, es el cartel que indica el comienzo de Aldeanueva del Campanario.
Al llegar veo a Mohamed. Esta trabajando en el ala noroeste de su humilde casa. Aunque ya me conoce no espera mi visita. Mohamed vive solo con su mujer y no en un lugar donde suela pasar mucha gente. Aldeanueva del Campanario consta de 7 personas censadas, de las cuales solo 4 (incluidos Mohamed y su mujer), pasan el invierno allí.
 
 
 
 
Mohamed me recibe con un café solo para mi y una leche caliente con marialuisa para él en una mesita en la calle, a entradas de su casa. Nos lo prepara su mujer y vuelve rápidamente al interior de la casa. No le gustan ni los periodistas ni las cámaras. El me cuenta que está enfermo, padece del corazón y espera una operación de rodilla. Toma 16 pastillas diarias. Su mujer cuida de él y él cuida de los animales.
A pesar de que le conozco, no se su historia. ¿Cómo un marroquí de 56 años acaba en una aldea casi  deshabitada de Castilla con 3 gallinas y 20 ovejas? Me lo cuenta desde el principio.
 
 
 
 
Mohamed tenía dos negocios en Marruecos. Una tienda de alimentación y una pequeña empresa de transportes. En un momento dado, decide que necesita realizar un cambio para mejorar su situación y dar una buena vida a sus hijos. Primero lo intenta en Francia y sin mucho éxito cambia de planes y decide montar un locutorio en Boceguillas, municipio al que pertenece Aldeanueva. En 2011, después de que el uso de los smartphones se popularizase, su negocio deja de funcionar y Mohamed decide irse a vivir a la tranquilidad de Aldeanueva del Campanario.
Mohamed me comenta varias cosas. Para él un buen día es el que no tiene que cruzarse con alguno de sus dos vecinos. Le gusta la soledad de la naturaleza, le aporta calma y paz. No encuentra diferencia entre vivir en un pueblo de 500 y uno de 5. “Un pueblo de 5 es mejor, menos problemas.” La diferencia de verdad es con las grandes ciudades. Cree que los jóvenes no quieren ir a los pueblos porque solo encuentran el gusto en ir a bares y estar de fiesta, y eso es algo que en donde él vive, no hay.
 
 
 
 
El estado le da 460€ que junto a sus animales y su huerta hacen que pueda subsistir “sin ningún problema”. Moha no vende sus ovejas de forma habitual (no lo necesita), las reserva para comer él y su familia. Sus hijos son mayores y van a visitarle a menudo. A pesar de estar delicado de salud, no tiene miedo porque confía plenamente en la sanidad española.
Acabamos la conversación y con esta, el café. Saco mi cámara y le pido a Moha unas fotos mientras me enseña la pequeña aldea. Antes de levantarnos, le tomo la primera imagen con su humilde desayuno. Me para antes de continuar pidiendo ver el resultado. No se siente satisfecho. Me dice que le espere unos instantes, “ahora vuelvo”.
 
 
 
 
Me quedo un rato solo y me fijo en mi entorno. Las dos gallinas y su gallo campan a sus anchas mientras dos gatitos merodean buscando mi atención. De fondo oigo a Mohamed hablar en árabe con su mujer. Por lo demás la zona está extremadamente tranquila.
 
 
 
A primera vista se podría decir que su casa está en las últimas, pero si te fijas detenidamente encuentras un orden dentro del caos. Moha sale afeitado, con camisa azul, pantalones de traje y zapatos de vestir oscuro. Que no se olvide el calcetín blanco.
 
 
 
 
Mohamed me comenta que no puede dar mala imagen, la gente le conoce en Marruecos y estas fotografías puede verlas cualquiera. Me dice que debo fotografiar la parte trasera de la casa, que es donde ha podido trabajar de verdad para que se vea bonito.
 
 
 
 
Al llegar veo un muro de piedra clara perfecto, unido de forma extraña a una casa restante que parece caerse a cachos y a un techo que no tiene pinta de estar muy cuidado. Me pide que no saque el techo, solo debe salir el muro. Continuamos el camino.
 
 
 
 
Por el camino me enseña un garaje a medio hacer, el cual aunque tiene puerta, no le veo el techo. Moha me dice que aun lo tiene en tareas pendientes.
 
 
 
 
Me enseña su huerto, vallado, desconfía de los dos vecinos.
 
 
 
 
Su perro vive atado con una cadena a un solar un poco mas alejado de la casa. Al llegar se vuelve loco de la emoción. Mohamed le saluda con cariño y le lanza unos cachos de cabeza de borrego. Continuamos nuestro paseo, quiero que me enseñe sus ovejas.
 
 
 
 
Caminamos por el campo hasta llegar a una zona de siembra donde estas se encuentran a lo lejos. Deja las ovejas sueltas por el día para que pasten a sus anchas pastoreadas por otro perro joven. Me comenta que esto no les hace mucha gracia a los dueños de las siembras porque siempre acaban dentro comiéndose los brotes, pero que cada vez están mejor educadas.
 
 
 
 
Al ir acercándonos me cuenta que las ovejas le quieren y que siempre se acercan a saludarle. Esta vez no se si será por mi presencia, pero las ovejas van indirección contraria de donde nos encontramos. No hay forma de acercarse a menos de 40 metros sin que huyan. El perro si viene a saludar y casi tira a Mohamed al suelo.
Mohamed me va dando consejos a cada paso de como debo realizar mi reportaje para sacar buena nota. La verdad que en ocasiones me sorprende para bien, pero por lo general no le hago mucho caso. Si por
el fuese, no habría ninguna foto suya más que la que tiene con el muro.
 
 
 
 
Después de ver las ovejas me enseña la zona mas cerrada de la aldea, donde tiene un establo, el cual utiliza para meter al ganado por las noches.
 
 
 
 
Desde fuera es muy bonito. Dentro esta muy oscuro y huele muy fuerte. Mohamed me dice que ese olor cura las enfermedades del pulmón, y que por eso él solo está malo del corazón.
 
 
 
 
Para concluir el paseo, Moha, me lleva a ver la construcción que da nombre a esta pequeña localidad: al campanario de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora. Una iglesia pequeña y bonita, rodeada por césped verde intenso y sobrevolada por una nube de palomas. Mohamed me comenta que en un muro de la iglesia hay una piedra que parece mucho mas vieja que el resto. La pared está en mal estado.
 
 
 
 
Me dice que está esperando el día que se derrumbe para llevarse la piedra, puesto que cree que podría valer bastante dinero. La verdad es que lo desconozco. Lo que tengo claro es que si algún día se cae no dudo en que Moha estará allí el primero.
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