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La alfarera de Mozonte

 
Mozonte es una comunidad indígena y uno de los 12 municipios de los que se compone el Departamento de Nueva Segovia. Es frontera con Honduras y desde una pequeña hermita, totalmente abandonada y a la que se accede subiendo una cantidad inhumana de enormes escalones, se pueden divisar las montañas que hacen de frontera entre Nicaragua y Honduras.
 
Los jóvenes locales, así como jóvenes de las localidades de Jalapa, Ocotal o Totogalpa, suelen asistir, a modo de ritual, a la ermita, que llaman "gruta", para ver el atardecer o el amanecer en pareja para decirle a sus respectivas medias naranjas lo mucho que se aman o desean.
 
Pero no es el punto más alto de Mozonte donde reside la magia de este lugar cuyos atardeceres, salpicados de ocotes y volcanes, son tan espectaculares como inolvidables. Es en la falda de esta comunidad donde la magia de estos indígenas tiene lugar. Concretamente en el taller artesanal Cerámica de Mozonte.
 
Esta pequeña casa taller alberga a personas con diferentes capacidades, en su mayor parte mujeres, cuyas manos aún tienen la capacidad de crear auténticas joyas decorativas de cerámica o cajitas de ocote, el pino que caracteriza esta zona de Nicaragua y que se exporta a toda Centroamérica para que los extranjeros las lleven como recuerdo al volver a sus países.
 
Dentro de esta casa taller vive la señora de las fotos, una bisabuela de casi 50 años, sorda y muda, que baila sus dedos al son del torno mientras, cada 10 minutos, sale a balancear a su pequeña nieta en la hamaca vieja que cuelga de la puerta de su taller. 
 
La niña, que no alcanza el añito de edad, se queda dormida con el balanceo que le proporciona esa frescor norteño nica y el sonido del torno de su mejor cuidadora que no puede contarle historias o cantarle nanas pero sí emite sonidos rítmicos usando como voz el torno, su lenguaje.
 
Con una delicadeza y dulzura olvidada en el primer mundo, esta señora va esculpiendo todo tipo de tacitas, botijos y presentes decorativos que nacen de la tierra más roja de las montañas para acabar, cubiertos de color y polvo decorando las estanterías de los turistas compradores que pocas veces preguntan de dónde vienen esas tacitas, botijos y de más presentes que compran a precio triplicado en los mercados más famosos (y caros) de Nicaragua, los de Managua y el de artesanías de Masaya. 
 
Nunca antes había visto unas manos tan bonitas, unos ojos que hablasen tanto y contasen tantas historias y una humildad tan grande en una forma de mirar. Sólo por eso, por eso y por ver en silencio cómo cuida de su bisnieta, merece la pena ir a Mozonte, al taller de Cerámica de esta señora de la que no recuerdo su nombre pero sí sus ojos y sus manos crecidas entre maíz, frijoles, hortalizas, ocote y barro.
La alfarera de Mozonte
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La alfarera de Mozonte

Sin voz ni oído, con las mismas manos que usa para bailar su torno, esta señora mece a su bisnieta en una vieja hamaca en Mozonte, Nicaragua.

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