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La distancia entre dos cifras | Content Writing

Daft Punk y el factor humano
Este texto comienza con una pregunta ¿Quedará todo automatizado en un futuro no muy lejano? Una pregunta a un amigo especialista en Machine Learning, en un patio a principios de marzo. Una pregunta que se respondió con un “te paso un link y después hablamos”. Ese enlace era el seminario El factor humano y la ciencia de datos, dictado por Pablo Duboue en FAMAF. No les voy a mentir, es muy específico y técnico, lo fui escuchando por partes y me quedé con algunos recortes. Este texto sigue con otra pregunta ¿Esos recortes me llevaron a los robots o fue al revés?
A fines de febrero el dúo francés Daft Punk publicó su Epílogo y eligieron contarlo con el hermetismo al que nos tienen acostumbrados ¿Por qué no hacerlo tocando en vivo en una terraza o subiendo a una nave nodriza interestelar? Nada de eso, solo un silencioso fragmento de Electroma que reescribe el final de aquella película de 2006 ¿Qué sucede entre Electroma, el último disco Random Access Memories y este cierre? Solo ese camino invertido, al final de la aventura, para dejar el último acto lo más abierto posible.
Mi encuentro con RAM fue singular, porque los dos singles me encontraron sin internet, sin teléfono, escuchando en radios ajenas y parando la oreja con la secreta esperanza que la locución de turno diga las palabras mágicas: Acabamos de escuchar a… Recién supe que eran los Daft Punk cuando vi la tapa de la Inrockuptibles edición argentina de junio 2013. ¿Por qué no los reconocí? Dicen en la entrevista: La música electrónica está en todos lados (…) pero experimenta un enorme formateo que a veces viene de nuestras ideas de hace diez o quince años: era fundamental diferenciarse. No fui -ni soy- del palo de la electrónica, pero ellos nunca me resultaron indiferentes. En especial cuando me cruzaba con sus videos en los canales de música a fines de los 90´ e inicios del 00´ Around The World y ese baile circular sobre una escenografía artesanal, Da Funk y el perro enyesado que camina por Nueva York con un grabador y, por último, One More Time con su estribillo pegadizo y la magnética atracción que te generaba ver los dibujitos de esa banda intergaláctica. Más tarde pude ver Interstella 5555 en donde directamente arman un musical de ciencia ficción. Todos aquellos complementos audiovisuales te mantenían pegado a la pantalla. Pero en RAM sucedía otra historia, te sacaba de la pantalla ¿Qué había en ese vibrante acceso aleatorio? un ritmo de otro planeta o eso parecía, pero no: era una resonancia que activaba una fibra en la memoria de cuatro décadas de música.
Junto al segundo corte salió un video anónimo (sospecho de ese anonimato) que hace un mash-up entre sonido e imágen, junta el segundo corte Loose Yourself To Dance con la emisión de The Soul Train en donde Stevie Wonder toca Superstition: el mismo pulso que abre la década del 70´, el mismo pulso en el que Stevie comienza a tocar todos los instrumentos en sus discos para -como dice Jonathan Lethem- superar todas las paradojas llevando la música a una concordancia total logrando el funk-pop más humano que jamás se haya grabado. Toda esa abrumadora cantidad de referencias para que ellos comiencen a cerrar su aventura con la última actuación en vivo, con Stevie Wonder en el escenario, en los Grammys 2014 y terminando su performance tocando un fragmento de Another Star del maravilloso disco doble Songs In The Key Of Life.
¿Cuántas décadas de música, baile y cuerpos en sólo 6 minutos? Pulso — Get Lucky — Pulso — Harder, Better, Faster, Stronger — Pulso — Le Freak — Pulso — One More Time — Pulso — Another Star. Latidos que atraviesan las tres décadas que cierran el último milenio, la primera del nuevo y cruzan la tierra como un rayo cósmico siguiendo su viaje en el espacio.
Volvamos al epílogo. Su partenaire estalla y Guy-Manuel camina hacia el infinito acompañado por un coro que repite como un mantra el estribillo de Touch, suena: Hold on, if love is the answer / You hold. Después de 15 años reescriben el final de Electroma y el robot dorado ya no termina quemandosé a lo Bonzo sino que se recuesta sobre el paisaje y el coro infantil. En su camino hacia lo múltiple, los robots encuentran una sensibilidad que pasa por tantos predicados como sea posible; haciendo de ese pasado de influencias algo que no desvaría errático, sino que resiste en una amorosa forma de hacer con la espera ¿No es acaso el pulso musical la distancia, el silencio entre un compás y el que le sigue? En ese trayecto, en ese corte, está la espera como una manera de hacer algo nuevo. Sin nombre aún y, sin dudas, con algo de azar. El final es solo el inicio, como la leyenda del Fénix, y lo que mantiene al mundo girando es el impulso del comienzo. Cierra el epílogo con las manos de cada robot y una fecha, a la manera de un ¿epitafio? que pareciera decir Que nuestras manos nada sepan / de la otra orilla.

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Ahora sí, dos cosas del seminario de Duboue que me llevaron a este ejercicio. Por un lado el título, la decisión y el énfasis en ubicar lo humano ¿Qué detecta Duboue que lo lleva a esa afirmación? ¿Acaso es una obviedad que se está dejando de lado y es necesario remarcarlo? ¿Es el título del seminario la carta robada de Auguste Dupin? Hay una audacia ahí que pareciera desvelar algo. El otro punto en que me detuve fue casi a la mitad en donde cita un verso de Dylan Thomas Do not go gently into that good night que elijo traducir de esta manera No entres dócil en esa noche clara. Una advertencia, una pausa, un corte y una asociación para hacer preguntas. En ese verso reside el núcleo que saco de contexto e intento llevarlo más-allá-de-la-técnica en una especie de síntesis: No seamos demasiado humanos.

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El mismo día en que los robots dejaron la eternidad y volvieron al espacio, circuló un video que desglosa el sample de One More Time, la canción que abrió el nuevo milenio. (hacer clic acá 👆)
¿Cuántas horas inútiles? ¿Cuántas tomas descartadas? ¿Es algo que se puede medir o nos dejamos maravillar por el misterio? Si ven el video pueden ver tres segmentos o, mejor aún, tres distancias que saltar, rodear, saltear. Si los numeramos, la secuencia rítmica sería algo así: 2–2–2 // 1 // 2–2–2 // 1 // 2–2–2 // 1 // 3–3–3–3–3–3–3 // 1. (1= 𝅗𝅥, 2= 𝅘𝅥 y 3=𝅘𝅥𝅯.)
En la espera están el corte y el trayecto y esa distancia pareciera volverse una presencia en el descuido (in)deciso. Dos pausas, el mismo pulso: el título y el verso que parecieran compartir el camino del dúo francés. Un tiempo (un espacio) que hace corte al devenir errático para escuchar, mirar, tocar y decidir de otra forma. Será la posibilidad de nombrar, será la habilidad para modificar un punto de vista, será la obstinación para encontrar ese instante que haga temblar el automatismo errático. En esa singularidad estaría -quiero creer- el factor humano. Abrazar la distancia como uno de los modos de reconocer lo imposible para que surja algo nuevo, como en muchas disciplinas y oficios: el espacio entre el inicio y el cierre de un cuento, entre ritmo y sentido en un poema, entre emisor y receptor en la comunicación, entre el 0 y el 1, entre lo particular y lo general. Dos cifras para contar, unir, desgranar y, por qué no, ocultar: el silencio está ahí.
Los robots se van distintos, sampleando sus propios riffs “Con un sintetizador analógico incluso la temperatura de la habitación influye en el sonido. Todos esos parásitos, esos factores exteriores, creaban cierto ambiente en los que la electrónica sonaba de forma muy viva.” dejando que la tierra haga lo suyo y le dan a sus actos una finalidad tocando -por última vez en vivo- cuatro décadas de música en 6 minutos, haciendo bailar a todos. Un cierre que tiene nombre: Get Lucky/Another Star. También parecen decir que toda espera es inútil, como este sample que comenzó con una pregunta en un patio, siguió con un link, un título y una cita de Dylan Thomas que si de algo sabía era de eso, y nos advierte una vez más: Do not go gently into that good night. Los robots complementan y en su aventura nos dicen que no tapemos esa distancia, así sea la más ínfima entre un pulso y otro, entre una nota y la que sigue; porque eso solo se convertiría en un espacio infinito y mudo. Después de la noche hay un amanecer y si tenemos suerte encontraremos otra estrella, a la que también le pondremos un nombre.
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