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Narcisos con alma y sin conciencia


El retrato de Dorian Grey (Oscar Wilde) - Otras pinceladas
Que la cara es el espejo del alma es un descubrimiento peligroso, sólo al alcance de quien ya ha recorrido un considerable trecho del camino, bien lo supo Dorian Grey, el más bello narciso de todos los tiempos, aunque su certeza quedó varada en la idolatría de la belleza. 
Sólo el arte puede plasmar un reflejo del alma y por eso las cosas acaban teniendo alma en su representación artística, o se la conferimos en la medida que les otorgamos un poder evocador que extraemos de hermosos recuerdos. Sólo que estos se desdibujan con el paso del tiempo y en cambio el arte siempre acaba teniendo restauraciones y componendas.
Pero el arte no tiene conciencia, que es el verdadero ingrediente ausente de la estética moralizante que hay en los pinceles de Basil Hallward, el pintor del lienzo. Y por eso su cuadro sublime es un trampantojo al  sugerir que el arte puede captar; en el retrato del hombre, la belleza del alma y degradarse; sin solución de continuidad al compás de las infamias, mientras dormita la conciencia.
El alma penaliza el semblante sólo cuando hay conciencia, pero ésta desaparece con la reiteración de la maldad. Por eso podemos reconocer el aspecto radiante de malvados y malvadas consumadas.
El mensaje troyano que se inocula en las páginas de  "El retrato de Dorian Grey" (Oscar Wilde) quiere elevar a la categoría de hechos ciertos que la mayor penitencia exigible a las almas abyectas es el tributo de una belleza que se marchita porque, inexorablemente, la fealdad muestra la realidad de las cosas. Seguido de esto, el mayor castigo pues que cabe infligir a los hombres, en pago de su degradación moral, es mostrarlos tal cual son, ya que sus conciencias no les muestran su fealdad. Sólo sufre pues castigo quien tiene en gran estima su apariencia. Porque lo único imperdonable en nuestra sociedad es perder la belleza, caer en la vulgaridad del rictus ajado y la mueca exangüe.
Es la entronización de la belleza, de la apariencia estética como medida de todas las cosas. De todo lo demás se sale indemne y sin consecuencias. 
Dorian acaba con su vida enfrentándose a la imagen de sí mismo. Hay que reconocer que es un mensaje ciertamente optimista y que reconforta en la medida en que tranquiliza pensar que las conciencias pueden despertar, e incluso recurrir a la autodestrucción, aunque sólo sea por afectación cosmética.
Habría que celebrar que el narcisismo acabara siempre así, pero que no tardara toda una vida, y por supuesto que el arte tuviera, además de alma, conciencia.
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