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Migración de familias rarámuri

SÁBADO 23 DE DICIEMBRE DE 2017

De la Sierra a los cruceros; el drama de la migración indígena

El hambre y la falta de trabajo hacen crisis entre las familias rarámuris, que sobreviven en las calles

Soraya Núñez
Mario Moreno tiene 13 años de edad, es un joven rarámuri proveniente de Norogachi, en el municipio de Guachohi del estado de Chihuahua, lugar donde la población total no rebasa los 800 habitantes y la falta de alimento y oportunidades les obliga a emprender la aventura de salir de sus poblados y viajar a esta capital con el único fin de trabajar y juntar un poco de dinero que les sirva para cubrir sus necesidades básicas y así regresar a su anhelando hogar.

Mario llegó a esta capital hace cuatro semanas con su mamá Lupita Olivas, sus cuatro hermanos y una sobrina; Regina de 17 años, Isidora de 4, Vicente de 8, Pilar de 2 y Amalia de apenas un año, salieron de su hogar en Norogachi y llegaron a esta capital en busca de oportunidades para llevar alimento de vuelta a su hogar. 

La familia Moreno Olivas llegó a la casa de Pilar Olivas, quien es hermana de la mamá de Mario, ella vive en el asentamiento tarahumara “Oasis” con sus tres hijos, Maximiliano de 8 años, Miguel Ángel de 5 y Uriel de un año.

Diariamente desde hace cuatro semanas Mario y su familia salen a muy temprana hora del asentamiento; han encontrado un buen crucero, Av. Agustín Melgar y Heroico Colegio Militar es el lugar donde Mario y su primo Maximiliano ofrecen entre los transeúntes su venta de mazapanes, ambos chiquillos se apostan desde las 8:00 de la mañana y perduran una larga jornada de 12 horas. 

Durante el día los niños dicen vender cada uno una caja de mazapán, si la venta es rápida y terminan su caja, entonces sólo piden “kórima” con lo que invitan a quienes transitan por el lugar a compartir con ellos una ayuda bondadosa según lo que dicte la generosidad de quien les apoya.

Pero… ¿por qué estos niños se ven en la necesidad de trabajar? La pobreza y la falta de alimento son el principal causante de que estos niños permanezcan largas jornadas junto a los semáforos de las principales avenidas de la ciudad, ellos a su corta edad tienen que permanecer de pie y buscar unas monedas que ayuden a su mamá a dar alimento a la familia, no importa si el sol es incandescente o si el frío congela, ellos encuentran refugio entre los miles de vehículos que transitan la ciudad y esperan con paciencia y anhelo que de los vehículos salga una mano generosa con un poco de ayuda.

Mario refiere no saber leer ni escribir, tampoco lo considera una necesidad ya que dice cuando sea grande quiere dedicarse a  cortar leña (como su abuelo), por otra parte Maximiliano su primo dice estar en segundo año de primaria y que su profesor se llama Ismael, al cuestionarles sobre su comida favorita ambos chicos contestaron que “la sopa de arroz” agregando que cuando su abuela tiene pollo y lo prepara con caldo, el arroz sabe mejor.

Esta familia permanece 12 horas en el mencionado crucero, a unos cuantos metros permanece la familia de los pequeños quienes los observan y están al pendiente de que todo marche bien. Lupita la mamá de Mario habla muy poco español, pero con ayuda de su hija Regina comentó que en este viaje temporal esperan juntar suficiente dinero para no pasar hambre en su comunidad y cubrir las necesidades de su familia con chamarras, zapatos, cobijas y ropa, ya que el frío en esta temporada en su comunidad es intenso.

El trabajo es duro para estos niños, pero existe la necesidad de sobrevivir al hambre y la marginación. Desde pequeños aprenden a trabajar, pero al igual que todos los niños sienten la necesidad de jugar. Ambos dicen que su juego favorito es patear el balón, actividad que realizan cuando llegan a casa después de una larga jornada de trabajo.

Mario espera con ansia el mes de enero ya que será cuando su madre, hermanos y sobrina regresen a Norogachi, al preguntarle cuáles son sus necesidades, él sólo necesita un balón y una chamarra, ¿zapatos para él? “No” ya que dice sentirse a gusto con los huaraches que su abuelo le hizo, además comentó “con ellos corro bien recio”. Maximiliano en cambio dice que él “quiere un carro de control, de esos que casi vuelan”.

Al caer la noche y terminar la jornada de trabajo la ruta de camión Circunvalación II los lleva de regreso a casa, donde ambos niños aún llegan con energía y muchas ganas de jugar, así que patear el balón o jugar a las escondidas es buena opción, antes de ir a dormir y esperar el día siguiente, el cual será una día más de arduo trabajo en familia, pero también un día menos para que Mario y su familia puedan emprender el viaje de  regreso a su hogar.

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