En el 2001, en plena crisis económica y sin trabajo me preguntaba como llenar las horas.
Encontré, así, la fotografía casi de casualidad.
La cámara se transformó en mi compañera y me abrió la puerta a un mundo propio que podía modelar a pesar de lo que pasara afuera. Con ella, podía dejar de lado por un rato las preocupaciones del día a día. Comencé a interesarme pronto por la imagen que me devolvian las superficies espejadas. A los edificios vidriados se le sumaron con el tiempo los reflejos en el agua oscura de Puerto Madero. En ellos encuentro pequeños universos, mapas imposibles, territorios de fantasía y personajes extraños. Estos espejos transforman la realidad y me devuelven algo mágico, nuevo en cada mirada. Con la cámara logro atrapar lo efímero y lo inesperado.
De las largas caminatas surge esta serie donde la fragmentación y el movimiento se fusionan,generando un recorrido desde lo rígido y geométrico a lo suave y orgánico y desde la casi neutralidad cromática hasta la explosion del color.

Mapas Imposibles
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