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Tánger: belleza caótica

 
Tánger, o Tanja en árabe o bereber, es esa ciudad del norte de Marruecos catalogada como peligrosa, caótica y enigmática de por vida. Una ciudad que encierra en su casco antiguo muchos sabores y olores diferentes.
 
Andar por su Grand Zocco o recorrer las callejuelas de la Medina hasta adentrarse en la Kasbah es inolvidable. Si bien es cierto que la sensación de alerta no te abandona durante ese recorrido, merece la pena hacerlo aunque seas mujer, no te acompañe un hombre, tengas un pelo llamativo y lleves colgado de tu cuello una cámara profesional. 
 
Contínuamente te abordan hombres para ofrecerse como guías, previo pago en dirhams, mujeres que se tapan la cara al descubrir tu máquina de imprimir instantáneas devolviéndote una mirada un pelín repugnante, o niños que esnifan pegamento con apenas 14 años de edad.
 
Así es Tánger, y a pesar de ser así, es bella. Bella a rabiar.
 
Subiendo a la Kasbah, recomiendo hacer un alto en la camino para saborear un cous cous tradicional y fumar una auténtica shisha con sabor a manzana, o fresa, eso ya al gusto del visitante, en el Morocco Club, un pequeño bar que se encuentra detrás de la emblemática Kasbah que mira de frente a Tarifa con sus grandes y rotos ojos. La localización bien daría para rodar una película o serie que narrase las historias de ese pasado colonial que pudimos leer (y ver) en el libro de María Dueñas, El tiempo entre costuras, llevada a la pequeña pantalla hace escasas semanas. Y es que, este templo de reunión de bohemios soñadores, artistas, poetas y jubilados procedentes de todos los lugares de la Europa más sureña, se encuentra en medio de unas callejuelas por las que entra la luz del sol a media tarde si es que los grandes ficus bajo los que se esconde se lo permiten.
 
Tras esa parada, abandonas la Kasbah y te diriges, sin mapa ni 3G, en busca del Hafa Café, un curioso bar, hecho añicos, que se encuentra en lo alto de una colina rodeada de casas coloniales y que, a modo de cascada, tiene asientos desde los que se puede ver la puesta de sol más espectacular que el norte africano pueda ofrecer. Pintado por Matisse y siendo el motivo de lecturas de conocidos poetas y novelistas de los 70, el Hafa Café junta a jóvenes marroquíes cada tarde para degustar su té moruno más sabroso y fumar su hachís natural mientras deciden cruzar al continente vecino en busca de un futuro mejor. Y todo ésto teniendo las poblaciones gaditanas de Tarifa, Zahara de los Atunes y Barbate delante.
 
Esa es Tánger, una ciudad llenita de Cines (como el Alcázar o el Rif) y Teatros (como el Cervantes) que en su día fueron majestuosos y que hoy en día viven rodeados de miserias y basuras. Eso sí, sin olvidar lo que fueron y lo que siempre serán: centros en los que una vez se permitió entrar a mujeres, hombres y niños para disfrutar de una cultura internacional y compartida.
 
 
Consejos: salir del casco antiguo de Tánger para llegar a Tánger med y coger el ferry de vuelta a Algeciras puede resultar, cuanto menos, caótico, ya que has de pelearte por compartir un petir taxi que te lleve hacia la entrada de Tánger desde donde parten los buses dirección el puerto de Tánger Med. La otra solución es compartir un grand taxi con 4-5 personas más, en un coche de película dañado por el paso de los años, por carreteras en las que las señales de tráfico jamás se han respetado y por el módico precio de 25 dirhams, lo que vienen a ser 2,5€ para 40km que separan Tánger de Tánger Med.
En las terrazas de los bares que abundan en Tánger, llama la atención ver sólo a hombres. En caso de ver a alguna mujer local, se verán acompañadas por hombres. Y, aunque en un primer momento resulte un poquito violento, hay que respetarlo. Es su cultura.
 
Y no hace falta saber o chapurrear francés, castellano o árabe. En Tánger puedes entenderte en un idioma común a cualquier cultura, el idioma de los gestos, las miradas y las infalibles sonrisas.
Tánger: belleza caótica
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Tánger: belleza caótica

Casco antiguo de Tánger: del Grand Zocco a la Medina y la Kasbah hasta contemplar el atardecer en el emblemático Hafa Cafe de 1976.

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