La nueva era de Manuelita


Érase una vez un grupo de 4 jóvenes muy talentosas y curiosas. Eran diseñadoras y amigas, y un día decidieron ir de viaje por la sabana de Bogotá hasta llegar a lo más alto, en donde se divisaba toda la ciudad. Caminaron por horas, y notaron que se habían extraviado, estaban caminando en círculos y no sabían cómo volver. Anocheció, y después de horas intentando regresar a casa decidieron pasar la noche dentro de una caverna. Cansadas, se quedaron dormidas. Al despertar, hambrientas y con ganas de llegar a casa, notaron que no estaban sus pertenencias, pero se toparon con un cofre. Al abrirlo habían cientos de miles de una moneda que nunca habían visto, y que se denominaba yuan esterlino, sin entender mucho más, decidieron guardar el cofre y salir en busca de comida. Las cuatro jóvenes emprendieron camino y al final lograron salir, pero al llegar a la ciudad todo era diferente.

¿Dónde estamos? Preguntó una de ellas.

No habían edificios, no sonaban carros, la vista de la ciudad no era la misma de siempre. Sin entender mucho más, las cuatro mujeres siguieron caminando para buscar comida, pero al momento de comunicarse se percataron de que las personas no hablaban español como siempre, vestían diferente, comían diferente y actuaban diferente. Poco a poco fueron entendiendo que estaban en un mundo que no les pertenecía, como si hubiesen viajado en el tiempo a otra época muy distinta. Intentaron comunicarse con los demás y lo lograron, debido a que, por alguna razón, en esta nueva Bogotá hablaban inglés. Unas horas después, conocieron a un señor que les contó toda la historia del lugar en el que se encontraban.
Con un acento extraño dijo:
-Este territorio tiene por nombre Chinglaterra, y fue colonizado por ingleses y chinos en el año 1.500, hemos pasado por muchos cambios fuertes. Nuestra moneda es el yuan esterlino, y nuestro idioma es el chinglés, originario de los ingleses al momento de colonizar. Niñas, justo en este momento estamos en una guerra fría.

El señor les explicó que debido a la indecisión sobre quién gobernaba entre chinos e ingleses, se generó el auge de una guerra fría y se construyó un muro de separación del territorio en el año 1.900. Las jóvenes muy extrañadas de lo que estaba pasando, preguntaron:

-Disculpe señor, ¿por qué si estamos en el año 2020, notamos que tienen formas de vida que se remontan siglos atrás? A lo que el señor les contestó: -Desde que se construyó el muro, los avances pararon. El territorio se paralizó, no se realizaron más descubrimientos, todo quedó igual a aquel día en el que inauguraron el muro-.

Desconcertadas y con mucha hambre aún, las jóvenes intentaron buscar alimento para conseguir energía. Pudieron comprar té con los yuanes esterlinos que encontraron en algún momento, de todas formas era fácil comunicarse, porque el chinglés era el mismo inglés que trajeron los primeros ingleses al momento de colonizar, pero algo extraño pasó al momento de pedir azúcar para endulzar sus alimentos:

Disculpe, ¿por favor podría indicarme dónde está el azúcar para mi té?
- ¿Azúcar? Contestó el vendedor, ¿De qué habla jovencita? ¿Qué es el azúcar?
- ¿Está bien, y algún otro endulzante tendrá? 
- ¿Endulzante? ¿Panela? ¿Miel? ¿Señorita, de dónde viene usted? Creo que está confundida. 

Muy extrañadas comenzaron a cuestionar a varias personas sobre la existencia del azúcar, para conseguir en cada intento una respuesta negativa.

- ¿No existe el azúcar, la miel, la panela, ni ningún tipo de endulzante? Todo es muy raro amigas, ¿qué vamos a hacer ahora? ¿cómo regresaremos a casa? Este no es nuestro mundo.

Siguieron caminando y curiosamente se toparon con los cultivos de caña de azúcar en el mismo sitio donde estaban ubicados en Bogotá. Así que se les ocurrió una idea, y una de ellas dijo: -Bueno, si no vamos a regresar pronto, tendremos que empezar a entender este nuevo mundo y a buscar una manera de sobrevivir. Les propongo algo: usemos los yuanes esterlinos que tenemos, cultivemos caña, hagamos azúcar, vendámosla y así podemos crear nuestra propia empresa y vivir tranquilamente de eso mientras descubrimos cómo volver.

Todas asintieron, les encantaba la idea. Comenzaron a planificar y a producir el azúcar, y como en este universo paralelo todo era distinto, pudieron Tomar el nombre de Azúcar Manuelita para su empresa, utilizando su antiguo logo, pero modificando la tipografía y la estética según el universo en el que se encontraban, vendiendo su producto en bolsas de papel sacadas de la misma caá y en tablitas de azúcar. Al principio la lograron comercializar sin problemas, la ofrecían y como era un producto novedoso, las personas no dudaban en comprarla sin importar su clase social. Su producto era un éxito, su publicidad lo describía en totalidad, evocando a lo que esta sustancia producía en sus cuerpos y en su vida.

Sin embargo, los problemas para las cuatro jóvenes comenzaron cuando las personas, al consumirla, se sentían extrañas. Su energía se triplicaba y tenían sensaciones exageradas. Debido a los rumores, los gobiernos separados por el muro comenzaron a notar que este producto generaba mucha cantidad de dinero, la gente estaba enloquecida y apoyaba enteramente al grupo de jóvenes propietarias de azúcar manuelita. Por esto y sin haber podido recibir ningún porcentaje del producto, ambos gobiernos decidieron proclamarla ilegal. Los ciudadanos estaban indignados, y no querían renunciar al azúcar, por su inexperiencia, se habían vuelto adictos a ella. –Y ahora, ¿qué haremos? Por favor, no pueden dejar de vendernos azúcar, suplicaban a las jóvenes.  

Y así, una de ellas dijo: -Aprovechémonos de esto, al ser ilegal, las personas pagarán más, vendamos nuestro producto en secreto y en varias presentaciones, podemos generar distractores haciendo barras de azúcar, azúcar pulverizada, eso les gustará. Y, como era su único medio para sobrevivir, decidieron continuar con el plan. A lo que otra de las jóvenes manifestó: Tenemos el poder en nuestras manos, usemos el azúcar para conquistar todo el territorio, están divididos y débiles, podemos usar eso a nuestro favor. Todos nos apoyarán.

Realizaron nueva publicidad. Se convirtieron en un grupo secreto apoyado por muchas personas interesadas en el tráfico de azúcar. Crearon su propio idioma: El Espanglish, una mezcla entre el inglés y el español que en la historia no conocían, y que por esto, funcionaba como código para quienes querían comprar su azúcar ilegal. Se hacían llamar Blue Charco, así las contactaban. Su publicidad era atrevida, usaban a los niños como imagen y a las amas de casa, eso hacía molestar a los gobiernos. Su negocio fue creciendo, mejoraron los empaques que ya tenían un diseño propio.

Años más tarde, el grupo de amigas se convirtió en la organización más poderosa del tráfico de azúcar en toda Chinglaterra, los gobiernos no han logrado acabar con ellas, no han sido capaces de encontrarlas, tienen el apoyo de toda población chinglesa adicta al poderoso
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